«Una carta para tí»

Granada, a Viernes de Dolores de 2003.

Felicidades Madre:

     Pronto llegaré a casa, y no podía ser menos en un día tan feliz.
     Perdona por favor si me retraso, pero ya sabes que yo soy así.

     Y es que me detuve un momento en nuestro Albaycín. Quería traerte el Lucero que brilla parpadeante en ese cielo tan inmenso y sutil. Quería que alumbrara sobre el Darro la luna Nueva de Abril, pero un Querubín de rizada caballera y tez de nacarado marfil, sonriendo me increpó ¡Qué eso no era un regalo para ti!…
Desalentada entonces, me adentré sigilosa en la arboleda de tu Palacio Nazarí. Buscaba el más dulce y bello de los pájaros, ¡ese que llaman Colibrí! Pero las Canoras que allí habitan me dijeron así: ¡no busques lo más exclusivo, ni lo más difícil de conseguir, que tu madre sólo espera, algo bonito que pueda nacer de ti!…
     Pero yo, decidida en mi empeño, caminé hasta las nieves perpetuas del Mulhacén. Iba buscando la flor más blanca y aterciopelada para prenderla en tus manos, Madre. Pero la Ninfa que guarda el Lago Helado, me paralizó: ¡no mates algo tan bello como esa Flor, su agonía es el mayor dolor para un placer tan efímero. No. No es el regalo mejor!. Y desapareció.
Solo me quedaba ya la tristeza y el desazón.., cuando la brisa fresca del amanecer me trajo entonces olor a sal. Resuelta me dije «le traeré la espuma blanca de la mar envuelta en una caracola gigante de nácar y cristal»… Y bajé a la costa rocosa y sexitana. Y bajé, decidida a navegar…, cuando una voz grave y metálica me indicó: ¡Soy Abderramán. Rey y Señor del Mar, no puedes robarle a esta agua su belleza, porque morirían de pesar. Vuelve al lugar de donde vienes y busca en tu corazón, que es dónde se encuentra lo que viniste a buscar!…
     Y desalentada, lloré de tristeza. ¿Qué podría ofrecerte que fuese mejor que un lucero, un colibrí, una flor de terciopelo o la espuma de la mar?
Fue entonces cuando un rayo de luz, iluminó mi mente y avivó mis sienes… Y dejé hablar mi corazón que pedía sutilmente que escuchase su voz latido a latido. Y fue entonces cuando comprendí. Sólo los sentimientos nobles y puros podían ser mi mejor presente para ti Madre.
Así, me apresuré a escribirte con mi mejor letra y mi mejor fín, esta historia desmedida y algo pretenciosa, para que cada vez que la leas, te sienta en mí. Y sepas siempre que mi alma y mi mente solamente dependen de ti.

     ¡Felicidades Mª Dolores!
          Felicidades Madre!
               … Tu hija siempre

Mabel Rodríguez

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